Comentario
A comienzos de noviembre Vatutin se lanzó sobre Kiev. Con 2.000 cañones, 1.500 tanques y 300.000 hombres, embistió a dos gastados ejércitos nazis, que hubieron de salvarse por piernas. En la madrugada del 6 de noviembre, el mariscal comunicaba: "La ciudad de Kiev está completamente limpia de ocupantes fascistas. Las fuerzas del primer frente de Ucrania continúan la misión encomendada".
La ruptura del frente del Sur en Kiev dio ocasión para que los ejércitos soviéticos se lanzasen en una loca persecución de los alemanes hacia el oeste. El general Von Choltitz, jefe del 48 cuerpo del ejército acorazado, comentaba con su jefe de Estado Mayor, Von Mellenthin, la impresión que aquella sucesión de desastres le producía:
"Veía -Von Choltitz- a las masas soviéticas estrellarse contra nosotros, como un océano levantando gigantescas olas. Todos los diques que se habían alzado para oponerse a su empuje acabarían por romperse y los rusos nos llevarían cada vez más hacia el Oeste y, posiblemente, terminarían por someter a toda Alemania... Me pareció que nuestro jefe estaba excesivamente pesimista, pero durante el invierno de 1944-45, cuando los soviéticos dominaban nuestro país, recordé con frecuencia esta sorprendente conversación, que tuvimos en octubre de 1943, al suroeste de Pereislav".
Esta claro que los generales alemanes veían el panorama muy negro en aquellos días, pero no descuidaban la ocasión de devolver algún golpe. El 15 de noviembre, aprovechando la precipitación soviética en adelantar sus líneas tras la toma de Kiev, Manstein lanzó dos ataques en la zona de Zitomir contra esa penetración. La iniciativa alemana, necesariamente limitada por lo escaso de sus medios, terminó a finales de diciembre. El día de navidad, Manstein mostraba este balance: tenía sus líneas a 40 kilómetros de Kiev. Había infligido a los soviéticos unas 50.000 bajas, entre las que sólo había 5.000 prisioneros. Está claro que para la Wehrmacht se habían terminado los días de las grandes ofensivas: sus operaciones de cerco eran más lentas y menos poderosas, mientras que los soviéticos eran mucho más diestros que al comienzo en el arte moderno de la guerra. Con todo, su precipitación en la zona de Zitomir les costó la pérdida de abundante material militar: unos 600 carros, 300 cañones y 1.200 antitanques.
Así, y con fuertes ataques y contraataques en el centro de los frentes del Este, se cerraba el año 1943, terrible para los alemanes y sus aliados, que perdieron en doce meses más de dos millones de hombres que nunca pudieron reemplazar. Tampoco la situación material era sostenible: el déficit de la entrega de carros era de 530 al mes sobre las cifras previstas. La guerra se acercaba a las fronteras de los aliados en Alemania: Rumanía, Hungría y Bulgaria, mientras que los partisanos de Polonia y Checoslovaquia intensificaban sus acciones con el acercamiento de los ejércitos soviéticos.
Hitler perdía definitivamente los recursos minerales de la URSS y veía amenazadas otras fuentes. Y, mientras, los aliados avanzaban en Italia y el poderío aéreo británico desbordaba con mucho al alemán, permitiéndole el continuo bombardeo de industrias, puertos, nudos de comunicaciones, etc. del III Reich, en los países ocupados y en la propia Alemania.
Como consecuencia disminuyeron algunas producciones industriales, empeoraron las calidades de muchos productos, la población comenzó a padecer severos racionamientos y la moral de la retaguardia a quebrarse. Las armas fabricadas, que durante 1941, 1942 y la mitad de 1943 estaban destinadas en su gran mayoría al frente del Este, debían ahora repartirse con Italia, la muralla del Atlántico y la defensa del territorio nacional... La suerte estaba echada, pero Hitler no quería verlo.